Muchos hemos experimentado este momento: suena la alarma por la mañana y decidimos posponerla solo cinco minutos más. Pensamos que serán unos minutos extra de descanso, pero cuando finalmente nos levantamos, a veces nos sentimos más cansados que si nos hubiéramos levantado de inmediato. Esto no es casualidad, y tiene que ver con cómo funciona nuestro sueño.
Qué ocurre en nuestro cuerpo
Cuando dormimos, nuestro cerebro pasa por ciclos de sueño que duran aproximadamente 90 minutos, alternando entre fases ligeras y profundas. Cada fase cumple funciones específicas: la fase profunda ayuda a la recuperación física, mientras que la fase ligera prepara al cuerpo para despertarse.Si volvemos a dormir cinco minutos después de que suena la alarma, es probable que entremos en una fase de sueño superficial o interrumpida, que no permite que el cuerpo se prepare para despertarse completamente. Por eso, al sonar de nuevo la alarma, nos sentimos desorientados y pesados. Este efecto tiene un nombre: inercia del sueño.
Por qué nos sentimos aturdidos
La inercia del sueño es un periodo de somnolencia y menor rendimiento que ocurre justo al despertar desde fases profundas o interrumpidas del sueño. Puede durar desde unos minutos hasta una hora, dependiendo de la duración y calidad del sueño previo. Es una respuesta natural del cerebro al cambio brusco entre descanso y actividad.
Qué podemos hacer
Para reducir este efecto, lo más efectivo es tratar de despertar al final de un ciclo completo de sueño. Otra opción es mantener un horario de sueño regular, lo que facilita que el cuerpo se despierte de manera más natural. Alejar la alarma de la cama o permitir que entre luz natural también puede ayudar, porque estimula gradualmente al cerebro a activarse.
En resumen, esos cinco minutos extra que pensamos que nos darán descanso pueden en realidad dificultar el despertar y aumentar la sensación de fatiga. Escuchar al cuerpo y respetar sus ciclos de sueño es más efectivo que intentar ganar minutos adicionales de forma improvisada.
